El término de “pensamiento único” tiene un papel importante en el estudio de las ideologías que se plasmaron en el medio social de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Mientras que era comúnmente mencionado como un recurso retórico en discursos políticos, su significado tal y como lo describió Herbert Marcuse (1964) es el de una consecuencia del cierre de discursos ideológicos que trajo consigo la modernidad. Habla de un estado en el que la aplastante globalización y los rápidos avances tecnológicos han hecho convergir la mayor parte de las diferentes formas de pensar, creando una ideología final y cerrando los espacios de discusión de manera en que sólo existía una ideología predominante. Francis Fukuyama ahondó en el concepto (1989), determinando que el pensamiento único dominaba todo aspecto, y que era la democracia liberal la que ocupaba el papel de sistema “último” tras la derrota del bloque socialista, encarnada en la caída del Muro de Berlín.

El pensamiento único y el fin de la historia son relevantes ya que correlacionan directamente la tecnología y la globalización con la evolución ideológica. Estas posturas vienen desde el campo de la crítica, ya que suponen que las tecnologías de la comunicación de alguna manera censuran o suprimen el pensamiento libre. Sin embargo, la realidad actual es otra. Si bien existe una falta de convicción ideológica, su origen no debe atribuirse a la comunicación moderna.

Fue el surgimiento de las redes sociales en la década del 2000 el que generó un cambio prácticamente imposible de prever, su poder para propagar movimientos sociales. La apertura a contenidos generados por usuarios, en el que había una genuina libertad de asociación y de transmisión de ideas, generó una explosión ideológica en la que no sólo se crearon los fundamentos para movimientos sociales que moldearon el mundo moderno (como la primavera árabe, el ascenso del Estado Islámico o la independencia de Kosovo), sino que también fueron la cuna de nuevas ideologías y discursos.

Las redes sociales tienen dos aspectos:

  • Formar relaciones interpersonales: usuarios que comparten detalles de su vida privada, sus gustos y opiniones con el objetivo de formar lazos amistosos.
  • Formar relaciones ideológicas: usuarios que pueden informarse acerca de nuevas maneras de pensar, relacionarse con personas con opiniones afines y crear un auto-sesgo que enriquece y aísla sus creencias de las de otros.

Cuando estos espacios son utilizados para propagar una ideología, es correcto asumir que cada sector tendrá una amplia base de seguidores que enriquecerán el discurso original con opiniones, datos, investigaciones y planes. Procesos de formación de movimientos, que en el pasado tomaban meses de convergencia intelectual, crecimiento de la comunidad y surgimiento de líderes de opinión capaces de dirigir el discurso hacia una dirección específica; como tomar una acción política que hoy se desarrolla en tan sólo unos días gracias a la presencia de las redes sociales.

Es de esta manera que las visiones de Marcuse y Fukuyama quedan bien fundamentadas en la realidad en la que fueron escritas, pero pierden validez considerando los modelos comunicacionales actuales. La tecnología no censura y no sesga, eso es claro, sin embargo, esto supone un riesgo debido a la falta de filtros para el discurso digital, que en ocasiones promueve el resurgimiento de ideologías destructivas o dañinas.

Para un movimiento social organizado, es importante tener un esquema de comunicación enfocado a la difusión de su ideología, así como al reclutamiento de nuevos miembros. En este sentido, el uso de las redes sociales cumple una función de relaciones públicas; empero, las acciones tangibles de un movimiento, en especial aquel que no tiene un espacio en la comunicación tradicional o no es aceptado socialmente (por sus implicaciones políticas o sus métodos, como es el caso de los grupos fundamentalistas), no pueden ser consideradas acciones de RRPP.

Es entonces el plano digital en el que se desenvuelven los principales actores que no sólo dictan las ideologías que más rápidamente crecen en popularidad y relevancia, sino que también determinan cuál es el tono en que ciertos temas serán tratados en la agenda pública.

Esto genera una responsabilidad importante que no recae en el emisor del mensaje como en su receptor. Debido a la ya mencionada falta de filtros en el discurso de redes sociales, es importante que un internauta sepa diferenciar entre los diferentes argumentos que un movimiento usa en sus esfuerzos de persuasión. Esto parea poder discernir entre las ideologías fundamentadas en hechos y enfocadas a la construcción (y no la destrucción) social. Esto arroja la interrogante: ¿la apertura de las plataformas impulsadas por usuarios debe ser restringida para permitir la discusión sana de ideologías constructivas, corriendo el riesgo de limitar la expresión y caer en un nuevo pensamiento único?

-Rodrigo Ugarte

1 thought on “Las redes sociales como medio de propagación de movimientos sociales”

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