El voto es el recurso más poderoso que existe en una democracia y así quedó demostrado el pasado 6 de junio. Desde 1997, año en el que se desarrolló el primer proceso electoral dirigido por un organismo autónomo, no había registro de tantos ciudadanos eligiendo a los que serían sus representantes a nivel local, estatal y federal.

Usualmente las elecciones intermedias, son una muestra de la situación que se vive en el país, es decir, un refrendo o castigo para el partido que sustenta el poder; el proceso más reciente fue una combinación de ambas. Ambos casos, son muestras de la polarización que se vive hoy en México, muchos lo simplifican de manera despectiva -opinión- como «Fifís» versus «Chairos», es decir, aquellos que están en contra del proyecto de gobierno y los que están a favor.

En primer lugar, Morena ganó y arrebató, al bloque opositor, posiciones estratégicas en lugares donde no tenía presencia o no era lo suficientemente fuerte, dando un espaldarazo a la gestión de Andrés Manuel López Obrador. En segundo lugar, la oposición conformada por el extraño acuerdo tripartita del PRI-PAN-PRD, logró mantener algo de poder en algunos estados y castigar al presidente quitándole el bastión «izquierdista» del país, la Ciudad de México.

Los comicios organizados por el INE se vieron envueltos en polémica desde antes de que comenzara el proceso electoral, AMLO no dejó ni un momento de descalificar su autonomía y desde su púlpito mañanero no pararon las injurias. Estos ataques no fueron por casualidad, necesitaba refrendar su apoyo en la cámara baja para realizar las reformas constitucionales que él considera trascendentales para continuar con su «transformación», esto sin la necesidad de negociar con algún partido de la oposición. Por otro lado, en las elecciones estatales, el partido del presidente se llevó 10 de 15 gubernaturas.

El fenómeno que se debe analizar en estas elecciones es, no tan solo la participación alta en algunos lugares de la República, sino la baja cantidad de votos emitidos en algunos estados tal es el caso de Sinaloa, Sonora, Guerrero, Jalisco y Estado de México; en estas entidades, tal como lo dijo en su columna Raymundo Rivapalacio: “El Narco votó… por Morena”.

Y lo dicho anteriormente no es en contra de un partido en específico, sino contra lo que se está viviendo en México, donde cada vez avanzamos más hacia un narcoestado. La participación de los cárteles para incidir en el voto debe ser un tema preocupante para todos, propios y ajenos a la situación política.

Tomemos en cuenta el sufragio 2021 para formar una sociedad civil organizada y exigente con las autoridades, nuestra democracia, por más que digan ganadores y perdedores por igual, es fuerte. No permitamos que esto corra peligro por solo unos cuantos.

Roberto Femat

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