Hasta la fecha las cinco pandemias más letales que hemos tenido han sido viruela, sarampión, la llamada “gripe española” de 1918, la peste negra y el Virus de Inmunodeficiencia Adquirido. Estamos por ver los efectos que tendrá en la salud y en la economía el que vivimos ahora, el COVID-19, pero por ahora sabemos que un 20 por ciento de quienes se enfermen requerirán hospitalización y alrededor del uno por ciento fallecerán.

Este virus se ha incubado en un contexto de globalización y flujo constante de información. La interconexión en los países ha sido un vehículo de diseminación de la epidemia. De hecho, el intercambio y movimiento de personas permite que la transmisión de este virus sea exponencial. ¿Cómo influye la tecnología de la información, en específico, el “Big Data” y las redes sociales en las intervenciones públicas para hacer frente a la pandemia?

Ningún gobierno estaba preparado para responder. Algunos parecen haber contenido el número de muertes que el virus ocasiona o mitigado la curva de contagios. El repertorio de acciones para proteger a los ciudadanos va desde la recomendación de quedarse en casa, como en Suecia, donde no hay prohibición de movimiento, las escuelas están abiertas, así como los bares y restaurantes, hasta la vigilancia estricta del estado de salud y los movimientos de las personas, como en Corea y China y la imposición de sanciones como en Israel.

Otros países empezaron a restringir los movimientos desde el día que tuvieron un paciente detectado de coronavirus, como en India, mientras otros tardaron en tomar medidas restrictivas, como Italia, España e, incluso, Estados Unidos.

La inteligencia artificial, el “Big Data” y las redes sociales han desempeñado un papel preponderante e imprescindible en la atención pública a la epidemia. Para empezar, el avance en biotecnología facilitó descifrar el genoma del virus en un par de semanas después de que funcionarios en China reportaron la existencia del virus a la Organización Mundial de la Salud (OMS); cuando ocurrió el brote de SARS en 2002 se tardaron meses en poderlo hacer.

En algunos países, como China y Corea, el análisis de los grandes datos (Big Data), la inteligencia artificial, el GPS y las redes sociales han sido funcionales para contener el virus. En China por ejemplo se ha generado una app, Suishenban, que muestra un código QR en verde, amarillo o rojo, según el estado de salud de la persona. Es obligatorio mostrar este código para poder ingresar a un establecimiento. Si no es verde, no se permite el acceso a ningún lugar. En Corea, la Corona 100 app, alerta si hay alguna persona enferma a 100 metros de distancia. Por otra parte, el “Coronamap” muestra el historial de viajes de pacientes confirmados con COVID-19.

En Inglaterra, investigadores de la Universidad de Oxford están intentando generar una aplicación similar a la de Corona 100 app, pero menos invasiva a la privacidad. La idea es que las personas voluntariamente dieran sus datos para registrar sus movimientos y así detectar casos y clústeres de personas enfermas. Esto permitiría aislar a las personas enfermas rápidamente, que es lo que ha mostrado ser efectivo para evitar el aumento en el contagio.

Las redes sociales, por su parte, han sido una pieza fundamental en la difusión de mensajes de organismos internacionales y gobiernos ante la pandemia. La OMS puso a disposición pública un chat en Whatsapp para actualizar la información de las personas. En México, como en otros países, se pide mandar un mensaje al observar síntomas asociados al coronavirus antes de ir a buscar atención médica.

El uso constante de las plataformas digitales nos pone en alerta ante la cantidad de noticias que debemos verificar antes de causar pánico generalizado. Revisar fuentes, no transmitir si no estamos seguros del origen y ver que el contenido esté firmado. Facebook y Whatsapp implementaron políticas para bloquear información falsa o, peor aún, que trate de generar daño social.

Este tipo de herramientas ponen a debate los derechos de privacidad y libertad que caracterizan a las democracias occidentales. En realidad, las decisiones de política pública que los gobiernos están tomando ante esta pandemia ponen a discusión el equilibrio entre diferentes valores, como privacidad, libertad y en el extremo la salud y la vida. Ya hemos observado que en España, Inglaterra o Estados Unidos la policía está vigilando que las personas permanezcan en casa. Está a discusión también el papel del Estado en la convivencia social y como rector ante la crisis económica que ya se presenta. Falta ver qué pasará después.

Por todo lo anterior expuesto, y comprobado mundialmente, será inequívoco el entrenamiento forzado, dada las circunstancias, en las tecnologías a nuestro alcance. Asimismo ha abierto una ventana en la comunicación tradicional. Otra vez las redes sociales y las tecnologías han comprobado su eficiencia y la dependencia necesaria que de ellas tendremos todos en un futuro.

-Rosa Sandoval

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