Las normas sociales son muy estrictas con respecto a cómo debemos usar nuestra capacidad analítica. “¡No le des tantas vueltas al asunto!”, “¡No asumas cosas de más!” son frases que guían nuestra manera de pensar y la adecuan a las normas sociales. Esto es sumamente importante, ya que, para formar comunidades funcionales, los humanos tendemos a priorizar la socialización por sobre la curiosidad.

Una de las normas que han marcado a la sociedad la última década tiene que ver con la generalización. “¡No hay que generalizar, es ofensivo!” es algo muy claro para todos aquellos familiarizados con los problemas de desigualdad, discriminación, y la intolerancia. La prohibición sobre el tomar una muestra de un grupo y hacer una suposición que aplique para todos los individuos puede parecer algo superficial y de mal gusto cuando lo vemos desde una perspectiva social. ¿Pero qué hay de la perspectiva científica? ¿Podría ser que esta capacidad innata al humano es la clave para comprender el desarrollo del saber humano a lo largo de la historia?

La búsqueda del conocimiento es en sí un proceso de generalizaciones. En etapas tempranas de la vida, los humanos no logramos comprender las consecuencias de nuestros actos. Después de algunas veces de cometer el mismo error, podemos dar por seguro que no lo haremos de nuevo. Una vez que poseemos una estructura propia de cómo funcionan las cosas o cuales son los efectos de determinadas acciones, podemos seguir aprendiendo incluso sin experimentar de primera mano. ¿Cuándo fue la última vez que pusimos la mano cerca de la estufa encendida, o nos comimos un colorido crayón?

Como conclusión, podemos decir que nuestra inteligencia se mide a partir de cuán grande es nuestra capacidad para generalizar, para abstraer pedazos significativos de información a partir de una muestra pequeña, incluso única.

Este referente también se aplica para nuestras asistentes más fieles: las computadoras. Usamos la capacidad de una máquina para tomar la información que le damos y que ésta haga predicciones acertadas que puedan servir para casos completamente nuevos. Y así como predicciones cada vez más elaboradas son un referente para decir que una máquina es inteligente, también lo es el que podamos ofrecerle una muestra cada vez más pequeña.

Un humano puede apreciar una pintura muy abstracta expuesta en una galería, y, aún sin haberla visto antes o sin reconocer las figuras, saber que se trata de, digamos, un atardecer. Un modelo cognitivo sería esta información concreta que se le ofrece a una computadora para que pueda también entender información abstracta. Hemos llegado al concepto de Machine Learning.

Para que una computadora pueda hacer uso de su capacidad de generalización, debemos considerar qué tan apto es el modelo que le ofrecemos. La creación y desarrollo de estos modelos lleva un proceso elaborado que requiere, de manera casi artesanal, de un balance exacto. La información debe ser suficiente para obtener una suposición, pero no demasiada de manera en que imponga un resultado específico y no permita el análisis.

Podríamos pensar que los humanos estamos exentos de estas precauciones, sin embargo, en situaciones como la investigación de ciencias sociales (una especie de “ingeniería inversa” aplicada en personas en lugar de en piezas tecnológicas) es importante mantener el mismo tipo de balance. Una prueba sesgada, con preguntas que usan terminología ligeramente incorrecta, o que revelan a los sujetos más información de la necesaria, les pueden llevar a hacer suposiciones implícitas sobre qué deben responder o como. Una generalización accidental, por así decirlo.

La modernidad nos permite comprender conceptos cada vez más detallados de la mente humana, como la capacidad de generalización, y nos acerca a métodos más y más efectivos para el desarrollo de tecnologías de Inteligencia Artificial como lo es el Machine Learning. Si bien esta herramienta promete un futuro de mayor aprovechamiento de las computadoras como herramientas para la producción, la economía y la industria, también funciona como un espejo para que la humanidad se conozca mejor a sí misma.

-Rodrigo Ugarte

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